Sucede mucho. Más de lo que pensamos. Mira a tu alrededor un momento. ¿Conoces mucha gente ilusionada con su trabajo? ¿Personas que se levantan felices con ganas de ponerse en faena? ¿O, más bien, ves que todo el mundo suplica por vacaciones y sufre los domingos por la tarde cuando piensa en madrugar el lunes?
Si trabajas para otra persona y te sucede esto, pues vale, al fin y al cabo, no son tus reglas y ni siquiera tiene por qué ser tu manera de ver las cosas. En cambio, si te lo montas por tu cuenta y eliges tú qué es lo que quieres hacer, no debería ser así, ¿no? Vale que es duro igual (o más), pero te gusta lo que haces y por eso vale la pena. El problema es cuando haces lo que se supone que debes hacer, pones el piloto automático, y no te planteas si en realidad eso que haces es lo que te hace vibrar y te proporciona auténtica felicidad.
A veces es más sencillo convertirse en un burrito de carga y ponerse a trabajar en lugar de pensar en por qué hago lo que hago. Sin pensar si es lo tuyo. Por eso hoy te traigo una lista de claves que te ayudarán a plantearte si lo que haces es lo que realmente quieres hacer.
1.- La primera pista, es la que te comentaba al principio: si la mayor parte de los días te levantas sin ganas de ponerte en faena, no es que seas un perezoso, es que lo que haces no te mueve. Es tu cuerpo que te está gritando “por favor, no me pongas a hacer ese trabajo otra vez…”
2.- Incluso los fines de semana no puedes evitar estar pensando en cosas relacionadas con el trabajo, se te ocurren nuevas cosas para aplicar, te ilusionas con nuevos planes. Tu creatividad fluye permanentemente y no puedes darle al botón de apagado.
3.- Tus ratos de desconexión sirven también para alimentar tu proyecto. Los momentos de descanso, ya sea durante la jornada laboral o durante el fin de semana, acabas viendo vídeos sobre la actividad que desempeñas, o lees libros relacionados con tu temática o incluso quedas con personas relacionadas con tu sector. Te gusta tanto que quieres seguir creciendo en tu campo.
4.- En tu vida, todo gira en torno a tu trabajo. Lógicamente hay otras prioridades, como atender a la familia y amigos, pero las cosas que para ti son más secundarias como aficiones, atender a desconocidos, etc, lo encajarás en tu agenda cuando tu trabajo te permita encontrar hueco para ello.
5.- Te despiertas pensando en lo que haces. Te vas a la cama pensando en ello también. De hecho, te resulta pensar en un momento de tu día en el que no estés dándole vueltas al tema.
6.- Se te ocurren ideas en todas partes y todo supone una fuente de inspiración para tú trabajo.
7.- Nunca te quejas porque tengas mucho trabajo, o porque le dediques muchas horas, porque lo disfrutas. De hecho, cuando escuchas a alguien quejarse de su trabajo no sabes muy bien qué decirles.
8.- Llega un momento que personas de tu entorno, incluso a veces desconocidos, se acercan a ti para preguntarte y pedirte consejo. Te ven tan creativo y en flow que necesitan saber cómo lo haces.
9.- Ya no estás dispuesto a emplear tu tiempo en un trabajo que no te interesa para nada, no te puedes imaginar tu vida sin dedicar la mayor parte del tiempo a tu pasión.
10.- Lo cierto, es que la mejor forma de saber haces lo que tienes que hacer, es cuando piensas en ello y se te mueve la barriga, estás ilusionado, motivado y no te imaginas haciendo otra cosa. Es un sentimiento genuino que, o lo tienes, o no lo tienes. No se puede forzar.
Si no sientes nada de eso y realmente no puedes encontrar una razón de peso que te lleve a hacer lo que estás haciendo, simplemente para y replantéate las cosas. Si no estás motivado, no conseguirás hacer nada que aporte valor… ¿por qué seguir perdiendo el tiempo?
Piensa si lo que haces sirve para algo, y qué otra cosa podrás estar haciendo en todas esas horas que le estás metiendo a tu ocupación actual. Y si te das cuenta de que en realidad no tiene valor, o no tiene tanto como debería tener para que estés contento y aportes algo útil a los demás, no malgastes más tu tiempo. Y sobre todo, no entres en la trampa de “ahora que ya me trabajado/invertido tanto en esto, ahora ya está, no puedo pararlo así sin más”. Pensar así puede hacerte perder el tiempo hasta el infinito.