Es común pensar que las niñas imaginan como el mejor día de sus vidas su boda.
Las comedias románticas, los libros que leemos, los cuentos que nos contaban de pequeñas y el entrenamiento Disney nos ha enseñado que ese día, luego de la gran ceremonia con el gran vestido blanco, viene el “felices por siempre”.
Es que con toda lógica debemos imaginar que viene el “felices por siempre”. En teoría casarte es la consecuencia casi inevitable de haber conseguido a tu alma gemela, aquella persona que te comprende y ama como eres, aquella que promete pasar el resto de sus días contigo, incluso cuando la parte de abajo de los brazos te empiece a bailar como gelatina, el pelo se te caiga y oigas el 12% de una conversación. Además, se supone que bajo el manto del matrimonio empieza la construcción de una familia, tener hijos, que aunque para algunos suena aterrador e insoportable, para otros, como el matrimonio, resulta parte del sueño de una vida plena.
Casarte también es indicio del inicio de una vida completamente adulta, donde te tienes que hacer cargo de más personas a parte de ti, donde idealmente con tu pareja tendrás una casa que ambos puedan amueblar y vivir como gusten. Por tanto además de aceptar a una persona 24/7 en la ceremonia de matrimonio, también es una especie de “graduación” hacia la vida de responsabilidades y en conjunto.
Claro, todo esto idealmente.
No es extraño para los hijos de padres divorciados o para las lamentables víctimas de una muerte en la familia, que el “felices por siempre” puede que no encaje con la idea común de la sociedad.
Evidentemente la felicidad no puede ser lo mismo para todo el mundo, pero digamos que muchas personas pueden concordar en que la típica aspiración a la vida feliz adulta inicia con el matrimonio.
Culpen a quien quieran de que percibamos este día como el día más feliz de nuestras vidas, pero contrario a lo que estoy acostumbrada a escribir, diré que las mujeres no estamos tan locas al soñar despiertas con el día en que digamos muy cursimente “acepto” a alguien en el altar (o frente al juez, vamos a mantenernos laicos porsia).
A pesar de que probablemente esperaban un comentario al estilo
“Disney es una empresa militar que por medio de sus películas lo que busca es entrenar y condicionar un ejército de niñas para que sean moldeables bajo el mazo aplastante del machismo y además compren vestidos blancos.”
No lo haré, porque tenemos varias razones para pensar así.
Sí es verdad, Disney nos ha mostrado las bodas más épicas desde que tomábamos teteros. ¿Cómo olvidar el casamiento de Ariel en el mar en un súper yate, casada con el príncipe más codiciado del reino y rodeada de maromas acuáticas que le regaló su papi Tritón? Era inevitable que todas desde pequeñas esperábamos a un príncipe azul que nos rescatara de algún drama que tuviésemos para casarnos con él y seamos las princesas de su reino.
Claro cuando crecemos puede que nos parezca un poco machista y hasta creepy que un tipo que no conoces se quiera casar contigo solo porque eres bonita, pero ya de adolescentes las comedias románticas y las películas épicas nos mostraron que cuando todo resulta bien, se combate el crimen, se salva a la galaxia, o se resuelven inseguridades, todo se sella con un beso y un “I do”.
La gente llora en las bodas, y aparte de ese novio que resiente que le hayas terminado en 5to año, todos lloran de felicidad. De nuevo, es el inicio de una vida feliz. En teoría.
Por eso ¿cómo no soñar con ese día tan ideal?
Un estudio reveló que 6 de cada 10 mujeres solteras en el Reino Unido ya tienen planificada su boda. Sí, solteras, y saben el sabor del pastel, el Vera Wang que quieren y la música de entrada a la iglesia. Puede que no estés de acuerdo con la obsesión por el día de tu matrimonio, pero te apuesto a que por lo menos sabes si vas a usar un vestido al estilo princesa o pegado y de encaje.
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Llevado a elementos básicos el día de tu boda puede ser un día muy cool.
Eres el centro de atención.
Puedes vestir a tu cortejo de los colores más espantosos y nadie te va a refutar.
Tienes permiso para planificar una fiesta de cabo a rabo.
En teoría encontraste el tipo más bueno y que más te quiere en el mundo.
Los mejores tragos y la mejor comida del evento es servida primero a ti.
Te dan regalos.
Tienes permiso de que te arreglen 10 personas y que hagan el mejor esfuerzo para que por lo menos un día estés en tu máxima.
Puedes montar una pataleta y todo el mundo va a intentar calmarte.
Vas a tener una despedida de soltera.
Realmente no deberíamos ser ridiculizadas por soñar en casarnos. En Latinoamérica de hecho, sigue siendo un pilar entre los factores culturales y no tiene nada de malo ser una mujer fuerte e independiente en el siglo XXI y desear un esposo y una familia.
Contrario a lo que mucha gente piensa, esto es parte de ser feminista, ser la mujer que uno desea pero con las mismas oportunidades y derechos que los hombres, sin dejar a un lado la feminidad ni los sueños de ser madre y esposa.
Es casi obvio, que no debemos ahogarnos en una ilusión de un matrimonio perfecto, ni considerar el equivalente a la felicidad el matrimonio. La felicidad debe ser encontrada en todo lo que hacemos y aspiramos y no tiene nada de malo que esta sea uno de las cosas que deseamos.
Si te sirve como consuelo, aunque el único hombre que conozcamos que ha planificado su vida matrimonial con esmero es Ted Mosby, supongo que algún hombre también sueña con el día en que una niña linda le diga que sí está dispuesta a compartir baño con él por el resto de su vida.