El otro día, en un curso presencial sobre “cómo aprender a amar”, una de las personas asistentes me preguntó: las parejas, ¿son para siempre
Creo que la respuesta más adecuada es, simplemente, darse cuenta que el amor sí es para siempre, ya que siempre podemos desear el máximo bien para mí y para la otra persona. Pero lo que sí puede cambiar, sin embargo, es la forma concreta en cómo el amor se expresa.
¿Lo investigamos?
EL AMOR COMO CAPACIDAD
El amor puede estar presente en todas y cada una de las relaciones que establecemos con las personas que nos rodean, si entendemos que amar es buscar el máximo bien de las personas implicadas. No importa si tenemos al lado la pareja, un padre, una madre, un hermano/a, los hijos/as, un compañero/a de trabajo… el amor está presente.
De nosotros depende, única y exclusivamente, convocar este deseo de felicidad en nuestro interior. Por otro lado, es importante reconocer las formas concretas que toma cada relación de amor, pues eso nos permitirá amar con mayor sabiduría. A continuación, hablaremos sobre algunas de ellas.
AMOR CONSCIENTE DE PAREJA
Esta es la forma más habitual que actualmente toma el amor «romántico» en nuestra sociedad, pero no eso no quiere decir que sea la única forma de amor posible.
La función de la pareja o similar es compartir la vida, compartir la felicidad que tenemos. Nos convertimos en un nosotros feliz, sin perder nuestra individualidad. No hay jerarquía, sino igualdad en la relación. Hay ayuda, apoyo mutuo, interés por la felicidad propia y del otro, corresponsabilidad. Naturalmente, es imprescindible que nuestras parejas nos caigan bien o la relación está llamada al fracaso.
El amor consciente de pareja no tiene fecha de caducidad marcada con antelación, pero si la otra persona nos dijera que desea dejarnos y deseamos su bien, solamente podemos apoyar su decisión. Por otra parte, si nuestra convivencia continua deja de ser un espacio de felicidad, lo adecuado es transformar la relación siendo conscientes que lo que cambia es el modo de relación, pero que el amor sigue ahí vivo.
AMOR CONSCIENTE A LOS HIJOS/AS
Somos padres/madres con la intención de dar la vida a alguien que no podemos escoger, pero con quien hacemos una promesa de apoyarlo en su crecimiento hasta que sea independiente. Así pues, no es necesario que nuestros hijos/as nos caigan bien: ¡y esto no suele decirse nunca y es fuente de sufrimiento para muchas personas que lo viven en silencio! Solamente es necesario que nos sea posible mantener el amor que les hemos prometido: buscar su máximo bien.
Pero en el amor hacia los hijos/as hay otro elemento clave: el poder, autoridad o jerarquía. Vamos a decidir por ellos/as en los temas donde sean incapaces de decidir y asumir el resultado de sus decisiones. A medida que pueden decidir y asumir el resultado de sus decisiones en ciertas áreas, vamos reduciendo nuestra intervención y los dejamos decidir a ellos/as para que aprendan de las consecuencias. Eso implica respetar su libertad sin interferir, relacionándonos desde la igualdad.
AMOR CONSCIENTE A AMIGOS/AS
La función de la amistad es compartir felicidad, pero sin mayor compromiso a largo plazo que mientras sea adecuado y, además, sabiendo que solo compartimos ratitos en actividades/intereses que tengamos en común. La amistad implica igualdad, no jerarquía: estamos en el mismo nivel y somos libres.
La amistad conlleva tener intereses comunes a los que dedicamos tiempo, pero también admirar los valores de nuestros amigos/as, poder hacer acuerdos con ellos y negociar cuando estamos en desacuerdo en algún tema.
También es imprescindible, como en la pareja, que nos caigan bien. Sin embargo, ello no es necesario en ninguna otra relación… ¡qué a menudo lo olvidamos exigiendo que los demás nos caigan bien y confundiendo eso con el amor!
AMOR CONSCIENTE A LOS PROGENITORES
La función filial es devolver una pequeña parte del amor recibido en la infancia si los padres/madres no pueden decidir por ellos mismos.
Mientras los padres son autónomos la relación con ellos es de igualdad, sin interferencias, sin querer cambiarlos. En cambio, cuando no pueden valerse por sí mismos/as, no es obligatorio cuidarles (sería aceptar que los hijos/as se engendran para cuidar a los progenitores), pero sí podemos hacerlo como una opción amorosa consciente que nos ayude a crecer y como una forma de devolverles una pequeña parte del amor recibido. Evidentemente, es muy noble devolver el amor recibido, siempre que no lo entendamos como una obligación.
Amarlos sabiamente implica no querer retenerlos cuando su vida se acaba, dejarlos ir cuando su tiempo se ha terminado, ayudarlos a morir sabiamente.
EL AMOR QUE NO DAS, TE LO QUITAS
En el amor no hay polaridad, ni tampoco dependencias: siempre puede sostenerse.
Recuerda: el amor que das, te lo das. El amor que no das, te lo quitas.